Si bien encontramos interesantísimos esbozos de esta tendencia a través de la historia de la educación musical, es indudable que el progreso extraordinario de la psicología durante el presente siglo ha permitido obtener resultados más concretos y optimistas. Por otra parte, la investigación de los mecanismos psicológicos que intervienen en el proceso de la audición y el aprendizaje musicales, muestra de qué manera es posible observar, promover e impulsar el desarrollo de la musicalidad prácticamente en todo individuo. Ya no es posible aceptar el criterio de otras épocas en que sólo recibían enseñanza musical los “bien dotados”o quienes tenían medios para procurarse una instrucción especial.
Puede decirse que hoy comienza ya a operarse una paulatina generalización de la educación musical en nuestro país, con la consiguiente “musicalización” de nuestros niños. También se reeducan con éxito aquellos adultos que se sienten frustrados por no haber logrado jamás entonar correctamente ni siquiera la más sencilla canción infantil.
Maurice Chevais ha caracterizado esta enseñanza “tradicional” en los siguientes términos: “Los tradicionalistas puros definen desde el primer día el arte y la música. Les encanta aplicar fórmulas y se dirigen a la memoria de los niños para obtener la “repetición exacta”. Consagran, con la tiza en la mano, demasiado tiempo a los desarrollos teóricos y ven los hechos musicales comunes como una mera aplicación de las reglas que enseñan”. Y más adelante prosigue: A estos métodos no les importa ni la música ni el niño. Tal enseñanza sólo puede resultar provechosa para los bien dotados. Y constituye una grave crítica para un método el hecho de que se dirija a una minoría, sobre todo tratándose de una enseñanza artística, cuyos beneficios debieron poder extenderse a todos. Si algunos tradicionalistas brillantes han sacado buenos alumnos, pensemos en lo que esos mismos profesores obtendrían de los mismos alumnos con un poco de pedagogía”.
No existe más que una meta, única y clara, en la educación musical, y consiste en que el niño ame la música. Cuanto más la comprenda, más cerca estará de ella y más la amará. Sólo tendrá derecho a llamarse “educación” musical una enseñanza que sea capaz de contemplar las necesidades inherentes al desarrollo de la personalidad infantil y que se proponga cultivar el cuerpo, la mente y el espíritu del niño a través de la música.
Muy distinta tendrá que ser la actividad pedagógica a la que desplegaba el antiguo maestro de música. Más que nunca, los niños conocen sus derechos y exigen que éstos sean respetados: poco se parecen los niños de la actualidad a aquellos de las generaciones pasadas, que no osaban rebelarse frente a maestros o materias que sólo conseguían aburrirlos y fatigar su atención. La infancia es movimiento, actividad, ensayo constante, vida que pugna por proyectarse y hallar un cauce por donde fluir libremente. La música posee las condiciones necesarias para llegar a satisfacer sus más íntimos anhelos.
Por eso creemos que el factor psicológico es lo que caracteriza más propiamente a nuestro método. Los principios básicos y el ordenamiento que propugnamos en los diversos aspectos de la enseñanza rsponden casi siempre a una interpretación personal -basada estrictamente en la experiencia- de los procesos psicológicos que se operan en el niño con motivo del aprendizaje musical. “…
…”Vivir la música, hacer música, comprenderla, son los objetivos fundamentales del aprendizaje musical”…
…”Tendremos presente , además en todo momento, que el niño no aprende por repetición sino por un acto de comprensión, más aún, de revelación. Nos dirigiremos pues a su sensibilidad y a su entendimiento y no a su memoria. No nos limitaremos a señalarle sus errores, sino que aspiraremos en todos los casos a que perciba el origen de los mismos y pueda, de este modo, superarlos. No tendremos, en fin, ningún apuro en introducirlo en el mundo de la notación a menos que hayamos captado pruebas reales de su madurez. Trataremos, por otra parte, de desterrar definitivamente el impersonalismo y la agresividad de la enseñanza: el niño se aburre cuando no comprende…y no comprende cuando el maestro no ha acertado con el medio justo, con la explicación precisa, con la palabra oportuna. ¿Qué sentido tienen entonces la reprensión y el reproche como recursos pedagógicos?
Nuestro propósito, al presentar este panorama de la iniciación musical y los diversos problemas que ésta plantea, es transmitir a los maestros y futuros maestros de música las conclusiones útiles a que nos ha conducido el ejercicio apasionado y constante de la pedagogía musical.”
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